Por Macarena Candia T.
Periodista y Socia de EjeRSer
Integrante Grupo Gobierno Chile para ISO 26000
Es ampliamente reconocido que los Derechos Humanos, sean estos los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos, son indivisibles, interrelacionados e interdependientes. Y si bien deben ser garantizados por los Estados, también deben ser respetados por todos y cada uno de los actores de la sociedad. Un rol preponderante les cabe a las empresas, motores importantes del desarrollo de los países y que -no debemos perder de vista- están constituidas por trabajadores, seres humanos que le dan vida a su diario quehacer.
Sabemos que el actual escenario de globalización y el cada vez más veloz desarrollo de nuevas tecnologías, han venido a multiplicar a las empresas transnacionales y los productos sin fronteras -aquellos confeccionados con piezas que se recogen de los cinco continentes- y que hace que todo pase al mismo tiempo, en distintas partes, cuando no siempre las reglas del juego son iguales. ¿O alguien podría afirmar que los trabajadores de una empresa que opera en Estados Unidos trabajan en las mismas condiciones que aquellos que lo hacen en nombre de esa misma empresa en China?
Como ejemplo podemos citar lo que pasó el año 2010 con la oleada de suicidios de trabajadores que afectó a Foxconn, empresa China que confecciona equipos electrónicos, teléfonos y computadores para famosas empresas mundiales que venden este tipo de productos. La noticia que se imprimió en los periódicos fue que la causa de los suicidios habrían sido las pésimas condiciones laborales, además de las jornadas de trabajo extenuantes. Hechos similares se repiten en el sector extractivo, de servicios, manufactura y telecomunicaciones entre otros, y han ocurrido antes y después del caso Foxconn.
Probablemente para que episodios como estos no vuelvan a suceder, es que en 2011 el profesor John Ruggie, representante especial del Secretario General de la ONU para establecer la relación entre Negocios y Derechos Humanos, entregó los Principios rectores para empresas y derechos humanos de Naciones Unidas. Estas directrices, que son de aplicación voluntaria, distinguen claramente la interacción entre responsabilidades corporativas de “respetar” los derechos humanos y obligaciones estatales de “garantizarlos”. Asimismo, en la revisión 2011 de la Líneas Directrices de la OCDE, se incorporó un capítulo sobre la responsabilidad de respeto de los derechos humanos que deben tener las empresas multinacionales y sus filiales en todos los países que operen, así como en sus relaciones comerciales, con sus proveedores y subcontratistas.
Hoy día nadie podría alegar desconocimiento sobre cómo enfrentar posibles violaciones a derechos humanos ni cuáles son sus responsabilidades respecto de éstos.
Ahora, es importante precisar que estos principios no son un reglamento sino una orientación, para que las empresas tomen mejores decisiones frente a situaciones complejas con las que pueden impactar o enfrentar en sus operaciones. En este mismo sentido la ISO 26000 Guía sobre Responsabilidad Social, incorpora el respeto de los derechos humanos como uno de los ámbitos fundamentales que debiera desarrollar una organización para ser reconocida como una socialmente responsable. Estas iniciativas tienen como una de sus principales recomendaciones que las empresas ejerzan la «debida diligencia», para prevenir y reducir los impactos negativos de sus actividades y evitar cualquier complicidad en violaciones de derechos humanos.
Tanto la ISO 26000, como los Principios rectores de Naciones Unidas y las nuevas Directrices de la OCDE, son publicaciones de reciente data que surgieron como resultado de procesos de diálogos multistakeholders a nivel mundial. Con ellas sobre la mesa, a disposición de quién quiera tomarlas, quizás podremos distinguir entre aquellas empresas que han asumido la Responsabilidad Social en su esencia y que han comprendido que sus decisiones deben ser tomadas CON responsabilidad, de aquellas que la han utilizado como una poderosa herramienta de marketing. Ahora nos toca esperar, para evaluar y aplaudir o repudiar.